
Hace unos dĆas Arturo PĆ©rez-Reverte se refirió a Pedro SĆ”nchez, el presidente socialista espaƱol, como un killer, y acertó con su perfil al decir que “realmente le importa todo un huevo de pato. Es inmune a las hemerotecas. Es ambicioso, sin escrĆŗpulos, valiente. Es un killer. Los ha matado a todos. Y a los que no ha matado los va a matar. Cada vez que abraza estĆ” buscando el lugar de la costilla donde va a meter la navaja. Para un novelista es un personaje extraordinario”.
La verdad es que el concepto es apasionante, el perfil del polĆtico que avanza mĆ”s allĆ” de lo permitido, haciendo lo que nadie espera, sin moral, cambiando de opinión sin que le importen los archivos, robando impunemente, destrozando todo mecanismo de control, mendaz, traicionero, voraz. El polĆtico al que le importa un bledo lo que digan de Ć©l, cuya supervivencia en el poder es mĆ”s importante que un sistema, que un paĆs. Los killers son sobrevivientes, son vengativos y son exitosos. Pero por quĆ© el mundo cobija tantos killers? Porque puede.
Nos encontramos ante un fenómeno sociológico trÔgico pero fascinante, cuyos paralelismos no pueden comprenderse desde una perspectiva local. Los killers o mejor dicho, el método killer es en parte consecuencia de décadas de la súper producción legislativa; del abandono del principio de la división de poderes frente a una justicia que es una velada caja de resonancia de poderes fÔcticos, del fin de la igualdad ante la ley aceptado globalmente, del desajuste, en definitiva, de la delicada maquinaria a la que llamamos democracia y de la degradación consensuada de todos sus principios, arrodillados ante un mecanismo de extorsión que brinda mayores beneficios.
Y vaya si brinda beneficios: hoy los chilenos realizarĆ”n un referĆ©ndum sobre su Constitución, decidiendo si quieren crear una completamente nueva (opción APRUEBO) o conservar la existente (opción RECHAZO). ĀæCómo se consiguió este referĆ©ndum? A lo killer: quemando, robando, amenazando, pisando todas las instituciones, mintiendo, asesinando la autoridad del Estado para implementar el orden, sin que nada importe y logrando, asĆ, el Ć©xito.
El referĆ©ndum de hoy es el premio que el presidente SebastiĆ”n PiƱera y los polĆticos chilenos le otorgaron a la polĆtica killer por las protestas y disturbios que dejaron daƱos estimados en casi 2000 millones de dólares el aƱo pasado. El 18 de octubre de 2019 Chile se convirtió en un campo de batalla de un solo contrincante. Una puesta en escena orquestada arteramente, que esperaba un disparador cualquiera y lo obtuvo a raĆz del aumento del precio del boleto de subte. A partir de ahĆ, el neoterrorismo subvencionado que defendĆa a las clases oprimidas se encargó de destrozar los medios de transporte de esas clases, sus templos, saquear sus comercios y romper su tranquilidad. El monopolio de la fuerza que los ciudadanos ceden al Estado, y que es la razón de su existencia, no estuvo a la altura de la afrenta como no lo estuvo en Argentina cuando la reforma jubilatoria de Macri, ni lo estuvo en EspaƱa durante el avance secesionista, para poner sólo un par de casos.
Este referĆ©ndum es un premio a la delincuencia, al atropello y a la astucia de aplicar un mĆ©todo que consiste en despreciar, exitosamente, todo principio democrĆ”tico. De hecho, para conmemorar el aƱo del desastre terrorista del 2019, el 18 de octubre pasado se quemaron dos iglesias ademĆ”s de los saqueos y amenazas de costumbre. AsĆ celebran los justicieros sociales sus aniversarios, como para ir calentando motores. Para que los killers existan, deben existir, tambiĆ©n, traidores a la representación legĆtima. Esta es la era de los killers y de los traidores, seamos justos.
La Constitución chilena es parte de lo que se dió en llamar el āmilagro chilenoā, un perĆodo en el que nuestro vecino se convirtió en el paĆs mĆ”s seguro y próspero de la región con indicadores de desarrollo superiores a la media del resto de los paĆses de la zona, que avanzaban sin retĆ©n en la pendiente de pobreza y decadencia. Pero esto no tiene importancia: como en Argentina, como en EspaƱa y como en tantos otros lugares, lo que importa es esa narrativa por la cual las tensiones civiles de otrora son el salvoconducto para que la izquierda reescriba la historia y sus consecuencias. Quienes quieren borrar la Constitución chilena se excusan en que fue escrita durante la dictadura del general Pinochet y, por algĆŗn principio animista, lo representa. Nada dicen de que la Constitución aprobada en 1980 tiene muchas modificaciones, mediante las cuales ya ni siquiera lleva la firma de Pinochet.
En efecto, las modificaciones con que ya cuenta la Constitución de Chile fueron avaladas por la clase polĆtica que hoy, bailando la mĆŗsica que les parece mĆ”s conveniente, desconocen. La firma en la Constitución actual es la de Ricardo Lagos, presidente en 2005 (fecha de la Ćŗltima reforma) y miembro plastificado de la clase polĆtica progresista chilena que, tras esa firma, declamó un punto y aparte, un final del conflicto con esta Constitución que āunirĆa a todos los chilenosā. Pero a quiĆ©n le importan las hemerotecas: hoy la Concertación, fuerza polĆtica de Lagos y de Bachelet, apoya el APRUEBO, que (por supuesto y como no podĆa ser de otra manera) deberĆa tener perspectiva de gĆ©nero, como si en 2005 no hubieran existido las mujeres pero ahora sĆ.
ĀæLe avergüenza al progresismo desmentirse? Nada, cero. Toda la izquierda, polĆtica, intelectual y artĆstica dio basamento discursivo a las protestas delincuenciales, mintiendo sobre la pobreza, el acceso a la educación, la salud y de nada sirve demostrar con datos que Chile tiene la mayor movilidad social. De hecho, se propusieron destrozar el sistema de jubilaciones para ver si pueden convertirlo en la estafa piramidal deshidratada que es el argentino. Representantes de la coalición de derecha gobernante apoyaron la agenda de la izquierda (que habĆa perdido las elecciones del 2017 por un amplio margen) votando a favor de los retiros de los fondos de jubilación, mostrando su sumisión abyecta. Son los killers los que gobiernan verdaderamente en Chile, sin importar si tienen representación social y cada paso es una muestra de su poderĆo.
La cuestión acĆ” es entender cómo se llega a instalar la narrativa de que el cambio constitucional podrĆ” solucionar los problemas que en teorĆa llevaron a los acontecimientos del 18 de octubre de 2019. Nadie en su sano juicio podrĆa pensar que, en ese dĆa, el chileno de a pie decidió solicitar que se modifique la Constitución prendiendo fuego una estación de tren sin que medie ninguna organización criminal a priori. Una casualidad loca, digamos, que hizo que la gente pacĆfica y despolitizada decidiera de golpe destrozar su propio paĆs porque ese dĆa se acordaron todos al unĆsono que habĆa que terminar con la Constitución de Pinochet que era el freno a su realización personal.
Aquel fatĆdico 18 de octubre el Estado de Derecho falló en controlar la quema de 80 estaciones de subte, pero no fue sólo eso, tambiĆ©n sucumbió a las ideas retardatarias de un socialismo que nunca bajó los estandartes. Un tercermundismo setentista que jamĆ”s se dio por vencido y que se adaptó y que durmió con el enemigo (la democracia liberal) esperando el momento de atacar y que, mal que nos pese, ganó la batalla ideológica en Chile y, si miramos las noticias internacionales, lo estĆ” logrando en el mundo.
La derecha (o todo lo que no es izquierda, llĆ”mese como se llame) lleva todo este tiempo como un observador ajeno viendo crecer esta narrativa. Sólo es necesaria una amenaza de āestallido socialā para que se asuste del quĆ© dirĆ”n los cultores de la cosmogonĆa progresista. TambiĆ©n se acobarda del uso legĆtimo de la fuerza en caso de ser gobierno, traicionando las bases mismas del Estado que les da sustento. Killers y cobardes son los responsables de esta oclocracia, en donde los grupos que toman la calle son capaces de torcerle la mano a un gobierno.
El neoliberalismo es hoy un insulto para todo el arco ideológico gracias a la narrativa triunfante que desprecia los perĆodos económicos exitosos y en cambio no lo es el socialismo productor de miseria en serie. La narrativa pródiga del Estado paternalista fue muy superior a la de la derecha, que ha demostrado que le tiene miedo a la izquierda intransigente y sin escrĆŗpulos. Una vez mĆ”s, la superioridad estratĆ©gica de los killers, su impunidad ante los datos, su capacidad de hacer lo indecible.
Si la amenaza terrorista consiguió un referĆ©ndum constitucional hoy en Chile es gracias a la cobardĆa y el colaboracionismo de las elites polĆticas que han traicionado a sus representantes. El fenómeno es visible tambiĆ©n en el ataque mortal que se propinan entre sĆ las derechas espaƱolas mientras el killer SĆ”nchez sale airoso de cada encrucijada en la que entra, contra todo pronóstico. Y en Argentina, enclave vital del killer chavismo, se avanza abiertamente contra la propiedad privada, la libertad de expresión y circulación o la independencia de poderes mientras la oposición se desespera por hocicar coordinadamente en masa ante los personajes mĆ”s repudiados por sus votantes, homenajeando a sus verdugos. La derecha juega una mancha venenosa virtual en la que unos temen ser tocados por otros. Poca esperanza para los honestos, los trabajadores, los amantes de la ley y el orden. Su representación polĆtica los ha despojado de un horizonte de victoria.
El fenómeno mundial de Ć©lites enclavadas y dispuestas a conservar su poder a como dĆ© lugar, combinado con una sociedad empobrecida y dependiente logró un fenómeno sociológico clave: el de traspasar la moral de los individuos al Estado. Con ese poder digno de dioses, ya pueden hacer cualquier cosa. No sólo estĆ”n legitimados para redistribuir la riqueza, (que parece que esa barbaridad ya no la discute nadie) sino que ahora tambiĆ©n regulan las relaciones sociales. Sin este caldo de cultivo no se podrĆa entender este sistema iliberal, que invade el espacio privado sin que a nadie le llame la atención, que legitima los abusos de poder en nombre del bien comĆŗn, y que gracias a esto genera la inseguridad jurĆdica madre de la hiper regulación contradictoria y sostĆ©n de privilegios. De esta matriz nacen los killers.
ĀæQuĆ© estĆ” en juego en Chile hoy? No las opciones de votación sino el principio de equilibrio y el contrapeso entre las instituciones republicanas. TambiĆ©n se juega la legitimidad de la sujeción a la ley. La democracia no es la panacea mĆ”gica, pero cumple una función sanitaria al asegurarnos cierta alternancia en el reemplazo de las elites y, en tanto haya competencia polĆtica, constituyendo un seguro para la libertad de los individuos. De haber una nueva constitución, va a surgir de la adscripción moral e ideológica de esas Ć©lites que abiertamente han despreciado la democracia, ahora bien: Āæacaso no son las Ć©lites que escribirĆ”n la próxima Constitución las mismas que traicionaron la representación actual? ĀæNo son las mismas que juraron que con la modificación del 2005 llegarĆa la paz verdadera? ĀæCómo pueden los chilenos asegurarse que la nueva Constitución procure proteger al individuo de los abusos del poder, en lugar de llevarlos a una Constitución chavista? ĀæAcaso no va a escribir la Constitución la misma casta que por el interĆ©s propio mansilla la actual? ĀæPara quĆ© quieren una nueva ley suprema si esta puede ser cambiada a fuerza de incendios y saqueos?
La era de los killers es el perĆodo por el cual los mentirosos, ambiciosos, impredecibles y sin escrĆŗpulos ni temores pueden controlar a los demĆ”s y vivir en el mundo de privilegios que sólo el Estado es capaz de ofrecer. El miedo que implantan los ha traĆdo a donde estĆ”n y siempre estĆ”n dispuestos a ir por todo. ĀæQuienes podrĆ”n enfrentarlos, los que les mandan mensajes de solidaridad y les tienden puentes de afecto? ĀæQue narrativa acabarĆ” siendo capaz liderar la oposición a los killers, la que se avergüenza de sĆ misma?. Hoy estamos hablando de Chile, pero podrĆamos estar hablando de nosotros.
http://www.laprensa.com.ar/495042-La-Constitucion-chilena-en-la-era-de-los-killers.note.aspx
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