
Cuando se estrenaba este siglo, los jóvenes actuales nacÃan o eran bebés. Chiquitos, pulgas inmersas en una crisis monumental que englobaba una economÃa agotada y un agotamiento mayor de la sociedad contra la clase polÃtica. Tan grande era ese agotamiento que la inmensa mayorÃa pedÃa “que se vayan todos”. Genuinamente se preferÃa la anarquÃa antes de que alguno de los lÃderes pusiera un dedo sobre algún tipo de decisión, tan imbéciles se los consideraba.
Para esa época Alberto Fernández, que desde los años 80 era funcionario público jerárquico, gerenciaba altos cargos ligados a la gestión económica del poderoso dirigente peronista Eduardo Duhalde. Siempre fue parte del elenco decisional y lo era cuando estos jóvenes apenas si tenÃan responsabilidad de ensuciar sus pañales o incluso algunos eran espermatozoides aún.
La crisis con la que Argentina recibió al nuevo siglo fue muy famosa, tristemente, y rompió definitivamente muchas estructuras e instituciones.
Rompió vidas de ahorros, rompió empresas, rompió familias quebradas por los exilios y las depresiones e incluso la muerte. También rompió algo que nunca volvió a pegarse: la relación entra la polÃtica y su sistema de representados.
Para los que vivimos en esta montaña rusa que es Argentina 20 años es un montón. Pero para la historia no es ni un pestañeo y seguimos siendo las hormigas esclavas de un hormiguero pateado en 2001. Ahora bien, para los jóvenes argentinos 20 años es toda su vida.
UNA VIDA EN CRISIS
Los 20 últimos años argentinos hicieron que estos centennials vivieran toda su existencia, completita, en crisis. Crisis que hizo que el paisaje del cartoneo y la vida marginal sea, para ellos, una cosa normal. Que la pobreza de más de la mitad de su paÃs sea una constante al punto que ni se planteen que la realidad, alguna vez, haya sido otra. No vivieron, no conocieron un paÃs sin piquetes, sin marchas nutridas a base de gente arreada, tracción a plan social o a la violenta presión sindical. Su normalidad son los micros escolares que no transportan escolares sino barrabravas o esclavos planeros instrumentales para mostrar la propiedad de la calle. El poder fáctico mucho más real que cualquier institucionalidad polÃtica.
¿Qué responsabilidad les cabe sobre este panorama? Ninguna. Alberto Fernández y su plenipotenciaria vicepresidente más el concierto de gobernadores y polÃticos profesionales, en cambio, tienen mucha. Cuando los jóvenes de hoy no sabÃan atarse los cordones, un 20% de los votos consagraba a Néstor Kirchner presidente, tal era el grado de degradación y falta de representatividad de la élite polÃtica.
No es el propósito de estas lÃneas entrar en el detalle del contubernio de traiciones, mezquindades y vilezas que reinaban en la polÃtica que entronizó al kirchnerismo y que lo convirtió en lo que es actualmente, pero la casta polÃtica (que al final no se fue) es culpable de lo que tenemos hoy, los jóvenes no.
¿Qué hacÃan los jóvenes en ese entonces? Con suerte estaban en la primaria y merendaban viendo Dragón Ball Z. O, sin suerte, vivÃan en la pobreza de las villas de miseria que crecÃan como pasto de la mano del narco. ComÃan gracias a un comedor de algún puntero o a los planes sociales que recibÃan sus criadores que, con suerte, podÃan ser sus padres y que, con suerte, trabajaban. ¿Qué responsabilidad tenÃan de su buena o mala suerte? Nada, cero.
Sin embargo, para esa época Alberto Fernández habÃa sido premiado con el cargo de Jefe de Gabinete de Néstor y formaba parte de un proyecto polÃtico que consolidada la dependencia social y que arruinaba una oportunidad única de despegue económico licuando la riqueza extraÃda a los privados en una orgia de gasto y corrupción que hoy se juzga en Comodoro Py.
Cuando estos jóvenes nacieron, como castigo por usar sus pulmoncitos por primera vez en estas tierras, debÃan ya, miles de dólares. En qué los habÃan gastado, pues ellos, claramente en nada. ¿Quiénes habÃan sido los inmorales que les habÃa hecho nacer con semejante hipoteca bajo el brazo? Los que llevaban años en el poder gastando a cuenta.
DEUDORES ETERNOS
Ya antes de la pandemia estos jóvenes debÃan más del doble de la deuda que tenÃan al nacer, sin comerla ni beberla. Para la inmensa mayorÃa es mucho más de la riqueza que podrán generar en su vida. Pocas inmoralidades más perversas que consumir lo que no produce, endeudando a las generaciones futuras. Dejar que paguen los niños lo que los vampiros, de antemano, se repartieron para sà al grito de el último cola de perro, suprime de plano cualquier posibilidad de ahorro.
Hablemos de ahorro: cuando los jóvenes actuales eran párvulos mocosos la clase polÃtica, literalmente, les robó los ahorros a sus familias. Después les mintió diciendo que los iban a recuperar, después les prohibió ahorrar en algo que no fuera el papel higiénico que se imprimÃa en el Banco Central. También se robó la plata de las jubilaciones futuras y después se robó las jubilaciones directamente reduciéndolas a mendrugos. Ese robo descarado y delincuente se perpetraba mientras ellos, los jóvenes, aún no se sabÃan las tablas. En cambio, Alberto Fernández estaba cómodamente instalado en el poder.
Los jóvenes crecieron en la naturalización de que sus abuelos son el último orejón del tarro y que es lo mismo aportar o no hacerlo, al final todos cobrarán la misma miseria. ¿Qué responsabilidad tiene ellos de que las jubilaciones sean un ultraje? Ninguna. En cambio, el kirchnerismo que quebró el sistema jubilatorio metiendo tres millones de personas a cobrar de la misma caja a la que no habÃan aportado un peso, ese kirchnerismo que ahora ajusta las jubilaciones por debajo de todo cálculo racional es el que hace alarde de privilegios feudales permitiendo a la multimillonaria vicepresidente cobrar dos jubilaciones de privilegio exentas del impuesto a las ganancias. Va a cobrar como 130 jubilados juntos más el retroactivo que engordará su hucha.¿Qué responsabilidad tienen los veinteañeros de semejante nivel de impune avaricia y desigualdad?
INDICES VERGONZOSOS
Para sobrevivir a la carencia de representatividad de los últimos 20 años, la casta polÃtica mancomunó su supervivencia al poder sindical. Un poder que tomó el control de la educación lanzándola al barranco. La educación de los jóvenes es la peor de toda la historia argentina con Ãndices vergonzosos en todos los niveles y en los ámbitos públicos y privados. ¿Son responsables los jóvenes de la formación incompetente de sus educadores? ¿Hicieron los jóvenes los planes de estudio? ¿Fueron ellos los responsables de huelgas draconianas? Absolutamente no. No fueron ellos ni los cómplices ni los complacientes de la caÃda de su competitividad educativa y por ende de su futuro laboral.
Cualquier gráfico que analice la capacidad adquisitiva de los argentinos muestra un paÃs que no ha parado de caer incluso más que los paÃses más pobres. En consecuencia, los jóvenes son más pobres que sus antecesores. En la misma escala social, sus padres y abuelos de clase media y media baja e incluso más pobre podÃan acceder a más bienes antes que ahora. Esto significa que los jóvenes tienen muchÃsimas menos posibilidades de comprar una casa o alquilar e independizarse. ¿tienen culpa los jóvenes de no tener acceso a la vivienda? No, nula.
Las capas de ineficaces polÃticas que destrozaron toda planificación, que imposibilitaron el crédito, que regularon los alquileres y que castigan el ahorro volvieron el techo un asunto suntuario. Desde que ellos nacieron se sucedieron los quebrantos del mercado inmobiliario. Las polÃticas de vivienda sociales fueron un homenaje al curro en todas las dimensiones imaginables. El techo y el trabajo son un anclaje al paÃs, sin ellos los estamos expulsando. Hablemos de trabajo, entonces.
UN DRAMA ENDEMICO
Uno de los dramas endémicos de los argentinos son los ni-ni. Jóvenes que ni estudian ni trabajan. Pero sin embargo, miles y miles de jóvenes, en un paÃs asolado por el desempleo obtuvieron en plena cuarentena, trabajos hasta hace poco casi desconocidos. Muchos trabajan desde sus teléfonos o computadores, remotamente. Algunos venden su trabajo en el exterior. ¿Que hicieron los genios polÃticos? Les metieron regulaciones que directamente impiden el teletrabajo, redactando la ley más estúpida de la historia de las leyes estúpidas. No sólo pusieron regulaciones imposibles, sino que además, a los que lograran ganar un peso fuera del paÃs les fueron a guadañar sus logros con impuestos abusivos. Y los más pobres, los que recorren medio dÃa en bicicleta o a pie llevando pedidos, los que se desloman para hacer delivery, pronto serán vÃctimas del aparato fiscal-sindical que les chupará la sangre.
Repasando: los niños que estrenaron el siglo, los jóvenes de hoy en dÃa no tienen responsabilidad por la falta de educación, trabajo, salud, techo, seguridad, ahorro, oportunidad, previsibilidad o futuro. Nacieron en crisis y no conocieron otra cosa que la incertidumbre. Parte el corazón pensar que ni siquiera pueden añorar alguna bonanza pasada. No tiene recuerdos de un paÃs luminoso. No vieron los edificios públicos ni las plazas sin rejas. Mucho más de la mitad no vieron a sus padres o a sus abuelos trabajar. Pocas veces se ha visto herencia más envenenada.
Pues bien, a esos jóvenes se los encerró en marzo del año pasado, sin plan, sin eficiencia y sin ningún resquicio cientÃfico. Se les dieron una serie de excusas que con los meses resultaron contradictorias. Se les quito la educación, la contención sanitaria y la psicológica. La mayor cantidad de dolencias relacionadas con la salud mental, desde leves hasta trágicas, recayó en ellos. Se les impidió todo a quienes todo tenÃan por delante. El hambre de piel tan latente a su edad pasó a ser delito como el intercambio, la alegrÃa, la confianza en el otro. Un cautiverio único en un mundo, ya de por si cruel y errático en la más ineficaz lucha contra el virus coronado. O sea que a todas las condenas estructurales que tenÃan desde que nacieron, se les sumó un encierro sin horizonte.
CASTA VS. CLANDESTINOS
Vieron como los jerarcas se juntaban en manifestaciones, asados y fiestas sin ningún tapujo mientras a ellos les suspendÃan la existencia. Si la aglomeración favorecÃa a la casta se permitÃa, si la fiesta era de ellos se llamaba clandestina. Asà que estos jóvenes son ahora los nuevos clandestinos, foco de ira del fracaso del gobierno. 
Los niños que criamos en este Estado fallido son perseguidos en plena democracia, juzgados por su falta de sumisión, arreados en las playas a punta de escopeta. El gobierno ya habÃa sindicado otros culpables a lo largo de la cuarentena. Pero esta vez se la agarró con las crÃas. ¿Qué tipo de sociedad no protege a sus crÃas?
Luego de una manifestación multitudinaria y descontrolada, fomentada por el poder y pagada con plata robada a su futuro el 29 de diciembre, el Presidente los estigmatizó asÃ: “Los que más se descuidan son los jóvenes”. Y los acusó de “jugar con fuego”, agregando: “Sé que para muchos ir a bailar es lindo, jugar al fútbol es lindo; todo es lindo, salvo que haya un virus en el medio”.
La cara tallada en Carrara hay que tener para tejer semejantes artimañas.
Esta vez les tocó a los jóvenes. La gestión incompetente fagocita a sus enemigos. Curiosamente las voces que claman por la responsabilidad sobre qué planeta dejaremos a nuestros jóvenes no censuran la insostenible herencia labrada por excesos, venganzas y prebendas. Quieren jóvenes débiles, vulnerables y temerosos de todos los peligros, que dependan de un Estado que les dé instrucciones para vivir. ¡El mismo Estado que les hará pagar irresponsable y eternamente su despilfarro!
Las ideas inmorales, cuando se convierten en polÃtica tienen consecuencias pútridas. Robar dinero del futuro, usar las vidas del futuro y para colmo acusar a inocentes de fracasos que les son ajenos es de una inmoralidad extrema. Esa inmoralidad que condena a nuestros jóvenes desde que nacieron.
 
“…para vos lo peor es la libertad…”
Los viejos Vinagres. Sumo
http://www.laprensa.com.ar/497808-Andate-a-dormir-vos.note.aspx

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